Nueve mujeres vivieron momentos de angustia cuando se derrumbaban las instalaciones de la antigua terminal.
El inicio de las actividades en el nuevo edificio de la Terminal de Ómnibus de la ciudad de Caleta Olivia trajo aparejado un conflicto de proporciones inusitadas ya que la dueña de un locutorio y empleadas de una pequeña confitería argumentan que el municipio las marginó a la hora de ocupar locales en el nuevo edificio. Por eso varias de ellas se atrincheraron en las antiguas instalaciones mientras tres máquinas viales las derrumbaban.
Las protagonistas de esta inusual protesta de extremo peligro fueron la propietaria del locutorio, María Lidia Funes, junto a una empleada, a quienes se sumaron cinco trabajadoras de la confitería que existía en el viejo edificio.
Las Trabajadoras pernoctaron en el edificio y en la mañana vivieron los momentos aterradores cuando lo poco que quedaba del edificio comenzó a ser derrumbado, ya que ese lugar se convertirá en la playa de estacionamiento del supermercado Carrefour.
Además, entre ellas había tres nenas, una de solo 7 años de edad, que entre gritos de desesperación y llantos veían cómo a pocos metros de ellas caían chapas, estallaban vidrios y se venían abajo paredes completas.
Ello ocurrió alrededor del mediodía y ningún funcionario municipal se hizo presente para adoptar alguna medida de contención, ni tampoco personal de seguridad de la empresa, para advertir a las mujeres sobre la peligrosidad que revestía dicha situación. Solo acudieron efectivos de la Seccional Cuarta de Policía cuando hubo una pausa en el avance de las máquinas.
Mientras todo ello ocurría, algunas manifestantes se encadenaron dentro del locutorio y se rehusaban a retirarse del lugar.
La protesta se inició porque las propietarias de los dos locales acusaron al municipio de no cumplir con el contrato de concesión ya que el mismo tiene vigencia hasta fines del año 2015.
La del locutorio, María Funes, señaló que el mismo fue firmado por el jefe de Gabinete, Osvaldo Cabrera, el 28 de setiembre de 2012, a través del cual se establecía que se otorgaba un local de 20 metros cuadrados, mientras que en el nuevo edificio solo poseen cuatro cabinas telefónicas sin ningún tipo de delimitación del resto del edificio.
La dueña de la antigua confitería, María Inés Vega, quedó completamente excluida y ayer se encontraba en Buenos Aires por problemas de salud. A ella le informaron que otro comerciante había resultado adjudicado en la licitación que se lanzó para el nuevo edificio, aunque en realidad aún el municipio no se expidió al respecto.
El Patagonico