miércoles , 7 junio 2023

Adriana Amado y un agudo ensayo sobre la política pop y los «Telepresidentes»

EN SU ENSAYO «POLÍTICA POP», LA INVESTIGADORA ANALIZA LA INCIDENCIA DE LOS MEDIOS EN EL LIDERAZGO DE ALGUNOS DE LOS PRESIDENTES LATINOAMERICANOS DE LA ÚLTIMA DÉCADA, Y REFUTA LAS FANTASÍAS EN TORNO AL PODER HEGEMÓNICO DE LOS MEDIOS ASÍ COMO LA NATURALIZACIÓN DE PRÁCTICAS QUE VISIBILIZAN LA CORRUPCIÓN Y EL ABUSO DE PODER.

Adriana Amado entrevistada en el programa «Quiero que me expliquen», de Gerardo «Tato» Young; por canal «Metro»

En su ensayo «Política pop» la investigadora Adriana Amado analiza la incidencia de los medios en el liderazgo de algunos de los presidentes latinoamericanos de la última década, y refuta las fantasías en torno al poder hegemónico de los medios así como la naturalización de prácticas que visibilizan la corrupción y el abuso de poder.

Licenciada en Letras y doctora en Ciencias Sociales por Flacso, Amado estudia el impacto de la narrativa del espectáculo contemporáneo sobre la política. Y desmonta una serie de mitos relacionados con el poder de los medios -una hipótesis que avala con un trabajo de Latinobarómetro que grafica cómo entre 1996 y 2010 los medios fueron perdiendo su lugar como fuente de información- al tiempo que trabaja sobre un núcleo más que inquietante: muchos de los políticos de extracción progresista han invertido más presupuesto en medios y campañas publicitarias que en educación.

«Latinoamérica ha sido especialmente propicia para los gobiernos populistas obsesionados por sus apariciones públicas que diseminan una millonaria red de relaciones públicas sostenida con recursos estatales. La comunicación es considerada prioridad de gestión y condición de gobernabilidad, por lo que el Estado se ha convertido en administrador de medios y productor de contenidos audiovisuales. En este sistema el ciudadano deviene espectador, y el elector se equipara al consumidor que participa con su voto», caracteriza la autora la escena política de la última década.

En «Política pop» (Ariel), Amado sigue el derrotero de mandatarios en ejercicio o fuera de él para identificar un conjunto de rasgos comunes que concluyen en su categorización de «populismos» y marcan una transición «desde líderes populistas a presidentes celebrities o telepresidentes».

Télam: ¿Cómo surge la noción de «política pop»?

– Adriana Amado: Esta idea no es del todo mía porque está tomada de un politólogo que la utilizó para analizar la irrupción de Silvio Berlusconi en la política. En mi caso me concentré en los presidentes latinoamericanos de los últimos años para analizar cómo sus políticas estuvieron atravesadas por la lógica del espectáculo. Esta lógica es poderosa porque genera mucha adhesión y entusiasmo pero al mismo tiempo es vacía y efímera. Esto explica por qué estos líderes que tenían una adhesión que parecía mayoritaria y prometían cambios estructurales terminaron diluyendo su capital político. Estos lí­deres populistas que analizo en el libro tienen rasgos comunes: dedican más tiempo a comunicar que a gestionar, gastan más dinero en medios de comunicación que en educación y suponen que los medios pueden cambiar las sociedades cuando en realidad es la sociedad la que transforma a los medios. Esta noción alcanza a personajes con posiciones ideológicas diferentes como Alvaro Uribe en Colombia y Rafael Correa en Ecuador.

– T: ¿Cómo se comportó la sociedad frente a esta imbricación tan fuerte entre política y espectáculo?

– A.A: Desde fines del siglo pasado hay una gran masa de la sociedad sin una identificación­ política definida. Vivimos en un sistema en crisis donde han desaparecido las certezas. Las económicas, las sociales… Crecimos escuchando que la familia era la base de la sociedad y aún las personas más integradas tienen una familia en crisis. Las promesas de la modernidad se desmoronaron y con ellas la certeza que te daba la ideologí­a. Entonces estamos en sociedades de supervivencia, donde incluso el que tiene mucho lo puede perder.

– T: El politólogo Ernesto Laclau sostenía que los partidos políticos funcionan cada vez menos como receptores de demandas colectivas, que hoy en cambio se estructuran a través de instituciones no tradicionales como los medios ¿Este fenómeno explica el desplazamiento de la política hacia la escena mediática?

– A.A: Laclau tenía mala relación con los medios de comunicación y no supo entender cuál era la lógica que podían brindarle a estos nuevos proyectos. Pero es cierto que a fin de siglo la política había desencantado a la sociedad y por eso muchos políticos creyeron que debían asimilar la lógica del entretenimiento y los medios para volver a captar la atención. Sin embargo, esta atención es por definición efímera porque no hay nadie que pueda sostener una política planteada como espectáculo indefinidamente. En estos años, la política capturó finalmente la atención pero no recuperó la confianza que había perdido. Paradójicamente, los líderes del siglo XXI se apropiaron de la televisión del siglo XX. Y así, mientras las audiencias estaban abandonando los formatos tradicionales de la televisión y se estaban corriendo a otros que tienen que ver con esta nueva lógica de sociedad en red, los políticos no entendieron cómo funcionaban los nuevo modelos, acaso porque la mayoría de sus asesores estaban embebidos de los modelos caducos del siglo XX.

– T: En el libro trabajás sobre la naturalización del poder y sus abusos ¿Cómo funciona la disociación social que entiende a la corrupción política como un mal endémico y no los asocia con el aumento de los índices de delincuencia?

– A.A: Tenemos que entender los procesos dentro de las sociedades donde se producen. Somos parte de una sociedad con una fuerte matriz cristiana donde la lógica del sacrificio y del premio en el más allá tiene peso. Son sociedades que soportan más de lo que podría soportar otro país. Ahí es donde la política resulta muy acomodaticia. El «roba pero hace» ha funcionado siempre como una idea legitimante: sirvió tanto para justificar la Colonia como los procesos políticos del siglo pasado. En ese sentido, la publicidad se apoya en nuestros peores prejuicios. Por eso, podemos hacer una campaña contra la violencia familiar pero si no entendemos que la tenemos adentro y no se revierte con una campaña televisiva sino a través de un proceso educativo, todo queda en una expresión vaciada de contenidos.

– T: Según tu caracterización, los líderes pop se preocupan por construir con el periodismo una relación simbiótica y clientelista ¿Los medios opositores aportan un contrapeso o terminan siendo funcionales a la precarización del periodismo?

– A.A: El vaciamiento de la política no se hizo construyendo una nueva política sino vaciándola más. Por eso irrumpe el periodismo como enemigo antes que otros actores genuinos de la política. Cuando uno elige como adversario a alguien que no viene de la política y desconoce a la oposición -ya sea desfragmentándola o desautorizándola- no está contribuyendo a una mejor política. Lo que se dio a partir de este fenómeno fue una relación también clientelista con el periodista crítico, pero en sentido contrario. La relación con este modelo de líder pop, ya sea para adorarlo como para defenestrarlo, nos hizo perder el eje respecto a los datos y fundamentos. Durante estos años, también el periodismo estuvo entretenido en la crítica o la réplica. Pero nadie discutió sobre el derecho a la información. Este gran error del periodismo lleva a discutir personas y no políticas. Hoy la sociedad parece menos crispada, pero estamos igual o peor informados que lo que estábamos cuando había tanto enojo. El periodismo sabe que cayó su prestigio pero entiende que sigue teniendo relevancia para la sociedad.

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